La magia de la voz para comunicarnos

Tan importante como lo que se dice es cómo se dice, el tono de voz. La voz es el instrumento de comunicación por excelencia, aporta al lenguaje aspectos que van más allá de la comunicación cognoscitiva. La voz es capaz de traducir sentimientos, emociones, más por el timbre y por el acento que por el contenido de las palabras. Voz, lenguaje hablado y comunicación tienen una estrecha relación.

Con la voz somos capaces de llegar a los interlocutores y mostrar nuestra personalidad, emociones, educación, estados de ánimo… ¿Cuántas veces no hemos escuchado eso de “ahí viene Marina, la reconozco por la voz”, “contó la noticia tan alegre que hasta yo me emocioné”, “estás triste, te lo noto en la voz…”?

A través de la voz podemos expresar hasta 15 emociones distintas, con dos años de edad ya somos capaces de identificar cinco emociones diferentes mediante la voz. La voz es muy personal, no existen dos voces iguales, sobre todo porque depende de elementos físicos: tracto y cavidad bucal, extensión de las cuerdas vocales, forma de la laringe, etc. De tal forma que la voz es la seña de identidad más particular de cada persona.

Aunque siempre hay técnicas para mejorar nuestra articulación y la entonación, la clave para que una voz impacte en otras personas a nivel inconsciente es la naturalidad, es decir, que la podamos transmitir de forma no forzada.

¿Qué puede aportar la voz a nivel laboral?

Desde los audiolibros hasta las voces de las marcas. Las plataformas y los formatos de audio están amplificando nuestras formas de comunicarnos y consumir contenidos. La voz, como alternativa de consumo de contenido, tiene un espacio cada vez más relevante en nuestro día a día. La voz nos hace sentir acompañados, nos permite generar imágenes mentales y nos lleva a crear conexiones rápidas y potentes en cualquier momento y lugar. Por eso, la ‘magia’ de la voz.

La voz es cercanía y confianza, nos ayuda a crear empatía entre las dos partes de una conversación. Si nos enfocamos en el sector laboral, sobre todo desde el punto de vista privado, las aplicaciones de voz no han parado de crecer: desde la publicidad en medios audiovisuales hasta piezas de branded content como pueden ser los podcast patrocinados, pasando por actividades ya clásicas como el telemarketing.

Situándonos en un acto cotidiano de nuestro día a día como empresa, imaginamos que estás explicando a un cliente un proyecto y por qué debería contar con nosotros como empresa para llevarlo a cabo, pero lo haces con un tono monótono… para dentro podríamos pensar, ¿qué importancia tendrá el tono que estoy utilizando?, pero la realidad es que sí influye lo que transmitimos a la otra persona a través de la voz.

Si a través de ella no mostramos entusiasmo, ganas y un tono de voz adecuado, no conseguiremos transmitir al oyente la seguridad necesaria para apoyar nuestro proyecto, aunque los datos y la información que estamos dando sean excelentes. Es necesario transmitir con la voz lo que sentimos y cómo lo sentimos, porque aunque parezca un detalle mínimo, cuando a nosotros mismos nos hablan con un tono inadecuado y un ritmo acelerado o muy lento, también empezamos a crear “una opinión” sobre la otra persona. Ojo, solo por la voz.

El problema de “fracasar” no es solamente que no consigamos transmitir correctamente el mensaje sino que el contenido y los gestos deben de estar acompañados de una entonación adecuada.

Siguiendo en el ámbito laboral, es necesario reseñar el imparable auge que han tenido los podcast, abriendo nuevos horizontes dentro de la comunicación online. Los podcasts han abierto un nuevo mundo cargado de libertad creativa; una nueva manera de contar historias que está arrasando.

Aunque el ascenso del podcast se inserta en esta contemporaneidad vozcentrista, el formato no es nuevo, tiene más de tres lustros de vida. Se podría hablar de cuatro grandes fases en su breve historia. La primera sucede en la primera década del siglo XXI: en 2001 Apple lanza iPod, uno de los primeros reproductores portátiles de audio digital, y en 2004, el periodista Ben Hammersley acuña el término podcasting (unión de iPod y broadcasting, radiodifusión) en el diario The Guardian, mientras que los discjockeys Dave Winer y Adam Curry comienzan a usar el RSS (Really Simple Syndication), un formato XML para compartir libremente contenidos completos en formato MP3.

La segunda fase se fija en 2012, cuando Apple, nuevamente, coloca una aplicación nativa de podcasts en el iPhone, lo que significaba que los usuarios ya no navegaría por iTunes para encontrar audios y sincronizarlos con sus iPod.

El proceso se simplificó. El tercer hito está protagonizado por un contenido y no por tecnología: Serial, la investigación periodística liderada por Sarah Koenig en la radio pública de Chicago, es considerado el primer podcast de masas, concitando el interés y monopolizando la conversación en Estados Unidos. La cuarta y actual etapa está marcada por Spotify y la compra en 2019 de las productoras Gimlet Media y Anchor, además de Parcast, una aplicación para crear podcasts. En ese momento se convierte en una plataforma holística.

El auge de los podcast está íntimamente ligado a las posibilidades que ofrece como tener registradas la voz de un ser querido que perdiste, reírte con las bromas de alguien al otro lado del auricular, conocer los detalles exactos de historias complejas, escuchar a tus ídolos en conversaciones íntimas, disfrutar de una ficción mientras cierras los ojos, escuchar a tu locutor/a favorito contando una buena noticia… El auge del podcast es imparable y las posibilidades creativas parecen casi infinitas. Es un nuevo modo de narrar que, sin duda, ha nacido para quedarse.

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