Los innumerables avances tecnológicos que se han registrado en los últimos 30 años han cambiado por completo la manera de entender el periodismo y el usuario al que se dirige el profesional. Las distancias entre calidad y tiempo se han acortado más que nunca y la inmediatez marca la pauta en un mundo en el que un simple error de verificación puede condenar la carrera de un comunicador reputado.
Este proceso tiene mucho que ver con la digitalización de los medios y la facilidad de acceso que ofrece Internet y las redes sociales, una ventaja para el lector y una exigencia asfixiante para el periodista. Y es que una noticia puede convertirse en una carrera de distancia corta en la que gana el primero que es capaz de sacar a la luz su información en la red, sea cual sea su altavoz.
Apenas queda tiempo para la consulta de varias fuentes, para una amplia revisión ortográfica o para añadir algún despiece que pueda dar mayor lucidez a la pieza. El lector no concede tregua ante cualquier hecho de actualidad. La noticia debe ser al minuto, veraz y sin ningún resbalón ortográfico, o será pasto de las redes sociales y el apartado de comentarios que ofrece el medio digital.
Estas son las condiciones a las que se han tenido que adaptar muchos periodistas habituados a otras etapas en las que la jornada ofrecía mejores horarios y tiempo suficiente para reposar y digerir la información recopilada.
Son tiempos de cambios para periodistas y profesionales dedicados a otros ámbitos de la comunicación. Los fotógrafos ya emiten sus fotos desde la propia cámara, sin apenas tiempo para el retoque, y los community managers irrumpen con fuerza en la redacción como pilotos de Fórmula 1 en una autopista sin límite de velocidad.
Los tiempos han cambiado desde las teclas de las máquinas de escribir y seguirán evolucionando hacia nuevas herramientas, dispositivos, profesionales de la comunicación y consumidores de información, cuyas exigencias marcarán la pauta.