‘Una buena información es el mejor desinfectante’, así lo ha expresado magistralmente El Roto en una de sus últimas viñetas para El País. El periodismo de calidad, es decir, el veraz, el que contrasta, verifica y se asienta en valores éticos, es un bien valioso que conviene preservar.
Sin duda, nuestro mundo no es el mismo que hace dos meses, y no volverá a serlo cuando acabe esta pesadilla en forma de virus que ha logrado tambalear todos nuestros cimientos, desde la estructura económica y administrativa hasta nuestra vida personal y familiar.
Como es de esperar también estos cambios están afectando significativamente al empleo, mermando muchas profesiones, modificando nuestras formas de trabajo y exponiendo a los servidores públicos como los grandes salvadores de la crisis gracias a sus sacrificios para cuidarnos. Especialmente, todo mi reconocimiento para estos colectivos que están en primera fila sosteniendo el sistema.
Pero hoy, permítanme que dedique estas líneas al periodismo. A todos esos medios de comunicación que nos informan diariamente sobre la evolución del coronavirus, que actúan de mediadores con las autoridades públicas, que nos acompañan y entretienen durante el aislamiento y que, a pesar de que son más consumidos y más esenciales que nunca, también están viendo tambalear su existencia.
El periodismo y los medios de comunicación son esenciales cuando gozamos de libertades y democracia plena, pero son más necesarios y tremendamente útiles y orientadores cuando se producen crisis de este calibre. Ya lo ha advertido la Asociación de la Prensa de Tenerife en un comunicado donde solicita al Gobierno medidas de protección al sector, y donde recuerda que «el periodismo es uno de los pilares básicos de la democracia, tal y como se recoge en la Constitución, garantizando la pluralidad informativa que exige toda sociedad libre, además de ser una herramienta vital para la cohesión social y la pacífica convivencia democrática».
Los que nos dedicamos a este mundo tenemos siempre la sensación de que nuestra profesión es vulnerable y está impregnada de inseguridad y en algunos casos de desprecio. Además, sabemos que es necesario reforzar la libertad de los medios de comunicación para relatar la vida con imparcialidad, responsabilidad, transparencia e independencia. Y tampoco podemos negar que nuestro sector está impregnado de bulos, precariedad, comunicadores sin códigos deontológicos, saturación de noticias, intrusismo, amarillismo, fragilidad, cercanía al poder político y económico que ocasiona una pérdida de credibilidad preocupante, entre otros muchos enemigos… Pero, hoy más que nunca, en medio de una pandemia mundial, el trabajo de los periodistas no solo es relevante, es VITAL. Por tanto, debe protegerse.
De hecho, varios estudios llevados a cabo en los últimos días en Reino Unido, entre ellos los de Pamco (el órgano rector que supervisa la medición de la audiencia para la industria de los medios), Edelman, así como datos propios de algunas agencias de marketing, muestran un incremento de la confianza de los ciudadanos en los medios de comunicación. Es decir, la ciudadanía acude a los medios de comunicación para contrastar si lo que ven en su entorno o en sus redes sociales es real.
Gracias a todas las personas que trabajan sin destajo en redacciones, en gabinetes de prensa, en emisoras de radio, que teletrabajan, que emiten sus informaciones desde estudios improvisados en casa, o que buscan la noticia en la calle. También gracias a los fotógrafos, ilustradores, maquetadores, diseñadores, cámaras, productores, y editores que forman parte del equipo y que contribuyen a hacer posible, lo imposible: programaciones completísimas con contenidos actualizados minuto a minuto.
Gracias a los compañeros que siguen haciendo entrevistas a protagonistas, a técnicos, especialistas, científicos, o a dirigentes políticos para refrescarnos minuto a minuto la actualidad. Gracias a todos los periodistas que están 24 horas disponibles, que siempre están operativos, que son rigurosos, que contrastan informaciones, que llenan de contenido tus redes sociales, que suavizan sus mensajes para no alarmarnos y también gracias a los que hacen una labor delicadísima para transmitirnos esperanza y confianza, sin olvidar y agradecer por adelantado a los informadores que nos comunicarán que superamos esta maldita crisis.
Debemos estar más que orgullosos que nunca de nuestra profesión. El periodismo sirve como canal de expresión de la sociedad, impulsa cambios en la historia. Y por desgracia ahora mismo estamos viviendo un momento histórico que nos modificará para siempre. Y, en este contexto, debemos estar convencidos de que la sociedad necesita el periodismo tanto como las personas necesitamos el aire para respirar…
Los medios de comunicación serán los que contribuirán a la gigantesca tarea de construir un nuevo mundo a partir de ahora.
Ya lo dijo el jefe, Gabriel García Márquez: “El periodismo es el mejor oficio del mundo”.
Gracias, periodistas.